El defensa del Real Madrid David Alaba (i) lucha con Martin Ødegaard, del Arsenal, desde el duelo de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones que Real Madrid y Arsenal juegan en el estadio Santiago Bernabéu. EFE.
Noticias, MADRID.- No hubo remontada ni espacio para los milagros. El Arsenal, la nueva ‘bestia negra’ del Real Madrid, el único equipo en Europa que no ha caído en presencia de el rey de la Liga de Campeones en cuatro encuentros y lo tumbó en tres, se medirá al PSG en semifinales luego de cargarse este miércoles al vigente ganador con un ejercicio de madurez que instaló la impotencia en el Santiago Bernabéu en un equipo carente de fútbol y ausencia de liderazgo.
El duelo de la vuelta en el Bernabéu terminó 2-1 a favor de los visitantes.
La llamada a la épica, el misticismo del Bernabéu, el sacrificio tardío, no llego a ser suficiente para un equipo falto de fútbol. Con pocos fondos más allá de la intensidad y beligerancia. Se despidió en cuartos de final luego de chocar nuevamente con un Arsenal que da un paso al ante en su alza. Sobrado de personalidad, sin echarse a temblar por la presión ambiental. Un equipo construido y trabajado al detalle por Mikel Arteta que se cargó con toda justicia al vigente ganador.
En el «cabeza, corazón y cojones» de Ancelotti recurriendo a Alcaraz se olvidó de añadir el fútbol. Y es lo que le está faltando este curso a su Real Madrid. No logró encajar a dos de los mejores futbolistas del mundo. Vinícius y Mbappé no conectan como deberían y la eliminación marca el camino del técnico más laureado de la historia del club blanco y vencedor de más ‘orejonas’, que pudo vivir su última noche de ‘Champions’.
Fue un día para los grandes referentes, un momento para lanzar un grito de liderazgo que nadie dio. Siguiendo el manual de las remontadas, la salida con rabia de un equipo lesionado en el orgullo luego de los tres tantos recibidos en Londres, intentó atemorizar al Arsenal. No lo logró. Por mucho que Mbappé marcase con el pecho a los dos minutos. En fuera de juego. O que amenazase con una carrera elegante en la que conectó con ‘Vini’. No habría muchas más. Sin espacios y mascando impotencia.
En ese manual de enfrentamientos imposibles levantados por el Real Madrid en su historia también aparecía dar la 1ra patada, la intimidación. Lo tomó demasiado en serio Alaba, de nuevo puesta de ‘Carletto’ en el lateral izquierdo, amonestado a los cuatro minutos por llevarse por delante a Saka. El fútbol ha cambiado, tanto que se señala un penalti tres jugadas después o lo pita el árbitro y paraliza el duelo cinco minutos hasta que es corregido por el VAR.
El Arsenal no jugó atemorizado y quiso ir arriba cuando pudo. Amenazó siempre con Saka, con un disparo cruzado que llego a ser el primer susto, probando después a Courtois con un disparo debajo durante la frontal. La oportunidad para sentenciar la eliminatoria, si es que no lo estuvo ya, la tuvo en un penalti señalado durante el VAR por agarrada de Asencio a Mikel Merino.
Se volvieron a citar Courtois y Saka, que apostó por un extraño lanzamiento, tocando suave el esférico a lo Panenka pero a un lado. El portero madridista sacaba una mano para salir ganador. El guión de las noches en las que se realiza realidad lo imposible avanzaba. Un nuevo impulso a un Real Madrid entregado, que mordió como nunca en la presión, que acabó encerrando a su rival por coraje pero al que le faltó brillantez para causar peligro.
No probó a David Raya en todo el primer acto. Con el tridente en el campo, sosteniendo Ancelotti a Rodrygo pese a su bajo rendimiento, Vinícius tan voluntarioso como errático en el centro y Mbappé mascando impotencia por la falta de balones. Con Modric y Ceballos, los que deben imponer criterio, en el banquillo. Así llegaba la oportunidad de resurrección de la eliminatoria, un penalti de Rice a Mbappé, por un supuesto agarrada que solamente vio el colegiado y llego a ser corregido durante el VAR.
Demasiado tiempo parado el duelo enfrió al Real Madrid. Tan pronto como un disparo lejano de Mbappé en todo el primer acto. La necesidad madridista en presencia de la calma del Arsenal. El ritmo acelerado, por ocasiones atropellado y con falta de un cerebro que impusiese un estilo, ante a la templaza inglesa y la derrota de tiempo. No fue un escenario nuevo para el equipo de Arteta que se parapetó y cuando pudo lanzar un contragolpe encontró a Martinelli que también probó a Courtois por 3ra vez. Con Raya de espectador.
La testosterona no fue suficiente. Necesitaba el Real Madrid que el Arsenal se contagiase de la locura. Con más balón, adelantando metros el equipo de Arteta, por momentos tuvo clima que respirar al poder correr en transición. Así cabeceó fuer Mbappé un saque de esquina de Rodrygo, Vinícius en un día gris leyó mal una contra clara de dos contra dos que culminó con un disparo blando a manos de Raya, que sacó otro córner que Rodrygo chutó directo antiguamente de irse del campo.
Ancelotti pasaba al plan B nada más pasar la hora de duelo. Le daba el mando a Ceballos y cambiaba los laterales. Fede a la derecha y Fran García a la izquierda. Más minutos que nunca en un duelo grande para Endrick buscando remate. El castigo llego a ser inmediato cuando apareció Mikel Merino para poner criterio en el pase al espacio y dejar a Saka en presencia de Courtois para que se sacase su espina con un balón picado a la red.
El directo a la mandíbula, el 0-4 global, tumbaba a cualquier equipo menos al que alimentó milagros en el pasado. Llegó a empatar por un error grave de Saliba, dormido con balón al borde de su dominio, sorprendido por Vinicius que robó y marcó a puerta vacía para maquillar su noche.
Había sido silbado durante la grada y también lo llego a ser Mbappé cuando se retiró del campo, lesionado al crear una presión con tanta fuerza que pisó descompensado, sin aparecer en una de esas citas en las que el madridismo esperaba al que llegó siendo el mejor delantero del mundo.
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